Se nos ha ido Camilo. Dos meses exactos hace que hizo lo propio su hermano Luis. Hace poco le pregunté a su hija por él. «Está mayor…». Descansa en Paz y dale recuerdos a quienes tú ya sabes.
Camilo, para quien no lo sepa, fue el eterno director y fundador del Centro Médico Virgen del Alcázar. De origen italiano, sus antepasados llegaron a Lorca para dirigir la extracción del mineral de hierro de las minas que tanto abundaban en la Lorca de las postrimerías del XIX.
Me van a permitir, sin más datos que los que aquí plasmo que, aparte de la anécdota que ya contaba en el obituario de Luis sobre su imagen que para siempre quedará plasmada en el cuadro de San Blas, de la Catedral de San Patricio, frente a la casona donde habitó, otra que me contaba su hermano Luis sobre su nacimiento.
Andaba la familia pendiente del alumbramiento de quien no sabían si iba a ser niño o niña. Fue niño, evidentemente. Decidieron, como era costumbre en la época, ponerle el nombre de su abuelo. Telegrafiaron a la familia, anunciando la buena nueva, con el siguiente texto: «Camilín, sin novedad. Ojos como platos».
Y Camilín, que nos abandona ya nonagenario, vivió toda una vida, entre Lorca y Barcelona, y entre Murcia y Lorca, placentera y envidiable junto a Isabel. Tan solo, decía, añoraba poder disfrutar más de su hija Marieta y de sus nietos, que residen en Italia. Porque, cosas que pasan, Marieta vino a casarse con un italiano, volviendo a los orígenes de aquel aventurero ingeniero de noble origen apellidado Mazzuchelli Pozzolli que un día muy lejano arribó desde su Italia natal al puerto de Cartagena camino de un extraño, apartado, casi rural y lejano lugar llamado Lorca.
Hasta siempre, Camilo.