Resulta curioso ver cómo ciertos políticos -por no decir casi todos- parece que acaban de salir del patio de recreo del cole.
A resultas de un reportaje sobre los bordados de Semana Santa que emitió Informe Semanal, el todavía alcalde de Lorca no ha tenido otra ocurrencia que tuitear airadísimo porque los bordados lorquinos no se hayan incluido en él.
Lorca, por mucho que quieran algunos, es la gran desconocida, salvo para catástrofes naturales. Lo he podido comprobar en mis viajes por la geografía española, donde la mayoría de «encuestados» no es ni siquiera capaz de poner el dedo sobre el mapa para señalar su localización. El chovinismo lorquino no tiene parangón, salvo en Francia, lugar donde nace ese palabro. Hasta en eso, Lorca es la eterna segundona. O tercerona. La gente «sabe» que en Lorca hubo un terremoto y alguna inundación. También «sabe» que en Lorca hay, básicamente, catetos.
Por desgracia, tienen razón. La culpa, al maestro armero. Lo que no es de recibo es que el Excmo. Pencho, primer edil de una ciudad que pretende ser lo que ya no es, se enrabiete, se enganche a Twitter y se ponga a decir sandeces.
Que sí, Pencho, que los bordados de los DESFILES BÍBLICO-PASIONALES de esa tu ciudad son una monada. Que están muy bien hechos algunos y otros no tanto, también. Que tienes dos museos del bordado que, según tú, son únicos en el mundo mundial, te lo tienes que hacer mirar. Que tenían que haber salido en el susodicho reportaje de la televisión pública, igual sí o igual no. Yo, lo que vi en el reportaje fueron unos talleres de bordados de Sevilla y de Málaga, que para tu desgracia y, de paso, de los lorquinos a los que dices representar, son las dos procesiones más conocidas en el mundo. ¿Que es inmerecido que las de Lorca no lo sean tanto? Quizás, y probablemente, Penchico, no sea sólo culpa tuya -que también-, o del ínclito Paco Montiel, el que se supone que es el Goebbels de la cosa turística lorquina, responsable político de dar a conocer Urbi et Orbi los tan fastuosos carnavales circenses en que ha degenerado la otrora sin par Semana Santa de Lorca.
Las cofradías paganas del lugar no se han quedado atrás y, de nuevo, usando esa diabólica herramienta llamada Twitter han seguido tu estela y han comenzado a echar la bilis por el colmillo, llegando al ridículo que habéis protagonizado enviando vuestras «quejas» ¡a RTVE! que, con absoluta seguridad, y me consta, porque algún lorquino hay por allí, ha sido el descojone del equipo de Informe Semanal al completo.
Os quejabais de que las «procesiones» de Lorca no habían tenido difusión nacional. Igual la queríais «roja», porque nacional han tenido. Internacional, también, porque quien esto escribe la vio, allende los mares, a través del canal de Internet que tiene TRECE, la televisión de los obispos, que retransmitió de cabo a rabo la del Viernes Santo. Por cierto, un coñazo de cojones, a tenor de lo más suave escuchado entre quienes la estaban viendo conmigo. Dos horas y pico que se les hicieron eternas.
Os habéis equivocado tú y los procesioneros. Y lo habéis hecho por una simple razón: las procesiones de Lorca son para los lorquinos. En el momento mismo en el que en los palcos la mayoría de personas sentadas sean foráneas, la hemos cagado, porque si los Desfiles de Lorca tienen esa singularidad no es por los bordados -ya lo hemos visto en el dichoso reportaje televisivo-, ni por los caballos -una corrida de rejones o el rodaje de una película tipo Ben Hur es la prueba de ello-. La idiosincrasia de la Semana Santa lorquina son los propios lorquinos. Eso lo estáis queriendo olvidar.
Cuando, una noche, en el desaparecido pub Charlot, hablando con el entonces presidente de los blancos, José María Fernández Pallarés, y junto a José María Sanz-Pastor, al presidente se le iluminó la mente y comenzó con sus planes respecto a lo que debería ser en el futuro el devenir de las procesiones, le dije lo mismo que estoy escribiendo. Era un momento de cambio -a peor- donde los sentimientos de los lorquinos se pretendían sustituir para convertirlos en meros figurantes de una gran obra teatral y circense a mayor gloria de los Pasos, pretendiendo internacionalizar un fenómeno local que nadie es capaz de entender más allá de La Hoya, si me apuran.
Es justo lo que pude apreciar en televisión.
Me dicen que la procesión tal y como yo la conocía se ciñe casi exclusivamente a la zona de la presidencia. El resto, espectadores de un desfile que no sólo no comprenden sino que les aburre: que si ahora vienen los azules. Que si ahora, los blancos. Que si la virgen de nosequé. Que si… Y ellos, los espectadores que nada tienen que ver con Lorca, jurando y perjurando, con el culo cuadrado y meándose por la patilla, sin poder moverse de la ratonera en la que están sentados desde hace horas, que jamás volverán. Eso, los que han tenido la «suerte» de conseguir asiento a precio de oro, metal que, por cierto, en puridad no se usa para el bordado, a pesar de la propaganda, lo que se usa es hilo de plata sobredorado, como ocurre con el «pan de oro» de los tronos, que son láminas de plata a las que un líquido «milagroso» da la ficción del oro.
Como hoy no quiero seguir con esta historia, igual otro día amenazo con una segunda parte. Ya veremos… Entretanto, a pensárselo y a olvidarnos de convertir Lorca en un gran plató cinematográfico. Otros con las mismas ínfulas han caído. Véase el hostión de la «Ciudad de la Luz», en Alicante, cerrado, desmantelado y costándole la ruina de la megalomanía de unos pocos a todos los valencianos.
FJ Álbarez-Fajardo y Sastre, escribidor