Cajón de sastre

La falsa historia del Partido Popular

Leo en la prensa tradicional, a cuenta del triste fallecimiento de Ginés Sánchez de la Villa, una especie de panegírico donde el periodista en cuestión hace balance de sus inicios en aquel podrido Partido Popular, roto en mil pedazos.

Según el «historiador», el problema del partido en aquellos entonces era que el grupo municipal estaba dividido. Y nada más. No era cierto. Los problemas que arrastraba el partido eran de un calado muy superior a esa simplificación.

Cuando entré en aquella madriguera (recuerdo al sufrido lector que quien esto escribe fue nombrado por Ginés secretario general, pero ésa es otra historia que ahora contaré), el Partido Popular estaba presidido por una gestora, nombrada por el entonces presidente regional, Juan Ramón Calero. Tendría que mirar fechas exactas para hablar con exactitud. Nada más lejos de mi intención que convertirme en el «historiador» de aquella etapa. Tan solo quiero plasmar en las más breves líneas posibles, sin mucha floritura, mi «experiencia de partido». En primera persona del singular, y no de oídas.

La gestora estaba presidida por el perro fiel de Calero en Lorca: Vicente Boceta Ostos, al que conocíamos como «El Niño de Écija», y de ella formaban parte, entre otros, Ginés Sánchez de la Villa, Andrés Martínez Cachá, Ramón Ibarra, y Pepe Montoya (alias «don José). Fue este último quien propuso a Calero que fuera Ginés el candidato en el congreso del partido que debía celebrarse para intentar cerrar una herida que tantísimo costó hacer que cicatrizara.

Mi relación personal con Pepe Montoya era manifiestamente mejorable, al punto que el propio Ginés nos citó en un pub de la avenida para acercar posturas. Lo que no sabía Ginés, era por qué Pepe lo había propuesto. Supongo que nunca lo supo: «Es que a Ginés se le puede hacer pasar perfectamente por los de la Villa, de Murcia», que parece ser que eran «»gente principal», afirmaba «don José» sin rubor. Nunca ocultó Ginés su humilde origen y nunca pudo ocultar cómo engrandeció su figura a base esfuerzo y tesón hasta convertirse en un referente en todo lo que tocaba. Un tío hecho a sí mismo.

Yo no formaba parte de aquella gestora, pero sí de quienes estábamos, día a día, y diría que minuto a minuto, organizando y creando lo que, tras el congreso local, comenzaría a ser un grupo más o menos cohesionado. En la gestora del Partido Popular no existía la figura del secretario general, pero Ginés se empeñó en que me encargara yo mismo de las funciones de la fantasmagórica secretaría general.

Y allí estaba, al pie del cañón, la siempre fiel Titi, en aquella sede de la calle Cubo que, al poco, se empecinó Pepe Montoya en trasladar a la Corredera, justo enfrente de su tienda, desde donde controlaba las idas y venidas de afiliados pasados, presentes y futuros. Y financiando todo aquel aquelarre Ramón Ibarra, con pequeñas ayudas de otros.

El proyecto de partido, y quien mandaba en él, con la equivocada mano siempre presta a seguir las directrices que emanaban de Pepe Montoya a Juan Ramón Calero, que ni conocía la ididosincrasia de Lorca ni conocía a los lorquinos. A mí sí me conocía, y alguna vez me llamó a su despacho de Murcia para consultarme, sin éxito por mi parte, sobre gente que él había decidido que formara parte del «nuevo» Partido Popular que no pudo, por suerte, terminar, al ser defenestrado por Ramón Luis Valcárcel, el verdadero hacedor y renovador, dejando atrás la oscura y dictatorial etapa de un Calero que no supo adaptarse a los nuevos tiempos, fundando «su» partido, tras su salida del PP por la puerta de atrás, partido del que, sinceramente, no recuerdo el nombre, y donde pudo constatar el poco o nulo efecto que producía el apellido Calero en el electorado de la derecha.

Y llega la fecha del día en que se tenía que celebrar el congreso. Mi misión había acabado. O eso pensaba yo, cuando me encuentro con un artículo de Jeromín en Diario16 Murcia donde aparece el listado de los futuros cargos, y en segundo lugar, tras Ginés, como secretario general, a pesar del «ruego» de mi propio padre a Ginés y a Andrés Martínez Cachá (ahí está aún andrés para confirmar o desmentir lo que digo), de que yo no siguiera en política «porque que esté mi hijo en primera fila me puede joder mi despacho».

Así era. Ginés me había propuesto como secretario general al presidente Calero, que aceptó. Yo no acepté. Me ofreció, entonces, la presidencia de la Nuevas Generaciones. Tampoco acepté. Ginés claudicó a un proyecto que yo no reconocía. No era por lo que tanto habíamos luchado, codo con codo. Era un proyecto creado e impuesto por Calero, Peñarrubia y Boceta. Ginés lo asumió. Yo no. No era lo mejor para Lorca y así se demostró. Tuvieron que pasar 15 años hasta que alguien del Partido Popular, al que yo puse «en verea», como muy bien aseguró el Quijales en rueda de prensa, calentara el sillón de Plaza de España, 1. Sí, no me equivoqué de candidato. Era el que había. Paco Quijales, el traidor. Mi candidato era Pío y así se lo hice saber a Juan Carlos Ruiz, entonces secretario general regional del partido. El suyo, también.

Gracias a todos los que me acompañaron en aquel ilusionante proyecto, hasta que lo jodió Calero. Gracias a Paloma, a Ginés, a Titi, a Pencho, a Ramón, a José María Fernández Pallarés, a Manolico Hernández (que se batió el cobre por los intereses de los vecinos del Campillo), a José María Sanz-Pastor, a Maribel… A todos.

Fui sustituido por Marisol Morente, a quien jamás vi en el partido, como jamás vi a otros que el «periodista/historiador» nombra como adalides de aquella complicadísima etapa. Desaparecí de Lorca por voluntad propia y me fui a vivir a mi Águilas de mi alma. Después, el tiempo me fue llevando por otros derroteros, cada uno mejor que el anterior. Me olvidé de aquello. No de aquéllos. Hasta hoy, que se nos ha ido Ginés y que tantas cosas me han recordado aquella superada etapa. Ahora, la política la hago en prensa. Y en la calle.

Francisco José Álbarez-Fajardo y Sastre

Foto: Murcia Plaza

P.D. Me llama Ramón Elul para advertirme de una errata. Imperdonable errata por mi parte, por cierto, que el Niño de Écija habá tomado con humor. Donde ponía Pedro Boceta debía poner Vicente Boceta, y así lo he corregido. Un saludo muy cordial a ambos, a Pedro y a Vicente, hijo y padre. Con Vicente hace siglos que no hablo; con Pedro, bastante menos.

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