Cajón de sastre

Embarcadero del Hornillo, ¿un negocio encubierto?

Me va a perdonar el sufrido lector de Tontolín que «hable» en primera persona del singular. El mayestático se lo dejo a otros.

El embarcadero del Hornillo, construido por los british entre finales y principios del XIX y XX, forma parte de la historia minera de las sierras cercanas a Águilas, y de la propia villa. Yo, como aguileño y como miembro de lo que hace muchos años se denominaba «las fuerzas vivas», en su versión más «pobre», fui testigo directo, y actor frustrado de lo que acabó en convertirse en expolio a las arcas municipales por causas puramente electoralistas por parte de unos políticos de chichinabo a los que, por fortuna, los aguileños se encargaron de mandar al sumidero del olvido.

Cuando el Ayuntamiento compró a RENFE el embarcadero del Hornillo, con todos sus accesorios (o eso nos hicieron creer aquellos politicuchos de infausta memoria), costó la nada despreciable cantidad de 100.000.000 de pesetas (CIEN MILLONES DE PESETAS), que no era, ni es, moco de pavo.

Meses antes, informé al ilustrado señor Charqueles de la posibilidad real de conseguir GRATIS la titularidad de todo el entramado del embarcadero. Yo entonces era un simple alcalde pedáneo, y lo era por voluntad propia. Desde el Partido Popular me ofrecieron un puesto de salida en las listas municipales. Lo rechacé. Nada raro en mí, como sabe todo el que me conoce. Si algún día me ofrecieran ir en lugar donde no haya posibilidad de conseguir calentar escaño, probablemente, dependiendo de muchos factores, lo aceptaría. O no.

No recuerdo si ese mismo año, o el siguiente, caducaba la concesión administrativa de unos terrenos que nunca fueron de RENFE, sino de Patrimonio del Estado. Miguel de Maya Espín, entonces Jefe Regional de Patrimonio, con sede en la Delegación Especial de Hacienda de Murcia, estaba por la labor de ceder esos terrenos al Ayuntamiento de Águilas para su reconstrucción y puesta en valor, en beneficio de todos los aguileños y de los veraneantes y visitantes. Un revulsivo turístico de primera magnitud.

El Charqueles, un lince de los negocios, como se domostró con esa maravilla que es hoy La Zerrichera o la Nueva Águilas de la Marina de Cope, decidió no esperar. Se le acababa el tiempo electoral y tenía que sacar de la chistera un conejo que fuera lo más vistoso posible. Me enteré por la prensa de la compra a RENFE de aquellos terrenos que NO ERAN DE RENFE. Miguel de Maya no daba crédito. Yo, menos.

De aquello debe hacer algo más de 20 años y, hoy, me entero por la prensa de que ADIF ha vendido dos terrenos que forman parte de lo que a todos nos quisieron hacer ver que formaba parte de la ignominiosa compra (para mí, nula pero ya efectiva por caducidad) del embarcadero y adyacentes. Dos terrenos que, de seguro, veremos construir por parte de algún jerifalte local del ladrillo, o de lugares no lejanos, con absoluto desprecio a la historia local y a la inteligencia de todos y cada uno de los aguileños, salvo de algunos.

El Ayuntamiento, que con esos 100 millones de la vergüenza podría haber hecho una verdadera maravilla, con la total reconstrucción de todo el complejo, ha consentido, de nuevo, que un ente público se mee en la boca de la todavía alcaldesa y diga que es limonada. No tardaremos mucho en ver crecer en el suelo recién vendido un par de edificios que terminen por destrozar el paisaje único de la única infraestructura ferroviaria COMPLETA de esas características que aún se conserva en España. Hay otros embarcaderos más o menos similares, como el de Almería, pero solo queda de ellos el esqueleto de hierro y madera.

Otro ridículo más de alcaldesa, concejales y demás ralea. De todos. A veces me siento avergonzado de mis raíces. Hoy es una de ésas.

Francisco José Mora Sastre, exalcalde-pedáneo de Tébar

Foto: Todocoleccion, por si alguien está interesado en comprarla

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